viernes, 18 de enero de 2013

YA ES VIERNES

Una de las mejores cosas que te pueden pasar en la vida es aprender a leer. Ya lo he dicho muchas veces. También he dicho muchas veces que a mí me enseñó mi madre con la cartilla Rayas en cuanto empecé a hablar. Se ve que las dos teníamos prisa. Después de las vocales las consonantes, luego las sílabas. Recuerdo las primeras palabras y su concepto. Nido, ave, llave, luna.
Y sin haber estudiado todavía las teorías de Martinet sobre la doble articulación del lenguaje, me parecía un milagro que con veintiocho humildes signos lingüísticos pudiéramos decir tanto. Tantas palabras, tantos libros, tantos pensamientos.
Tantos libros...
Escribo reseñas para recordarlos. Para tener a mano las vidas de los personajes con los que viví mientras leí. Y para transmitírselas a ustedes que también tienen el gusto de leer.

     
 TÍTULO: "LA CASA DEL SILENCIO"
      AUTOR: ORHAM PAMUK

En un pueblo de Turquía la vieja y viuda señora Fatma convive con sus recuerdos y con el jorobado hijo de su marido en la "casa del silencio".
Una casa importante en otra época pero ya tan deteriorada como su dueña.
A la casa acuden cada verano sus nietos, que lejos de aportar savia fresca y joven, cargarán con las trágicas consecuencias de la intransigencia y la barbarie.
Algunos de los personajes de esta novela simbolizan los elementos que conforman el tradicional conflicto oriente-occidente.
Un marido progresista que vende las joyas de su esposa para sufragar una enciclopedia atea que acabará ardiendo en la chimenea de la casa, y una mujer bárbara cercana al integrismo torpe y fatídico que cierra las puertas al progreso en Turquía.
Sin duda una interesante novela del Premio Nobel del año 2007 para leer durante estas tardes de lluvia y frío en la calle.

                                                      (Gloria Rivas Muriel) 
    

viernes, 11 de enero de 2013

Ya es viernes

Querido blog, hace dos meses que no te hago caso. Ni siquiera te he contado lo que me echaron los Reyes Magos: el libro de Mo Yan, "Sorgo rojo", las gafas que les pedí, como las de Claudia Cardinale, una estancia en la Querida de Vacas y Castaño cuando haya luna y más cosas. Se ve que fui buena. Ah y también me han traído una gran dosis de ánimo. Mucho ánimo para abordar el año.
El día cinco por la noche fui, como otros años, a ver la cabalgata con mi hermano y de paso nos tomamos esas cañitas ricas y recordamos las noches de Reyes en casa cuando éramos pequeños. Aquellas noches mágicas que no olvidaremos nunca. Hicimos un inventario de los regalos que nos encontrábamos en los zapatos. Yo me acordé de la cabaña del Tío Tom y él se acordó del helicóptero que rodaba y giraba la hélice como si estuviera loca. Aunque yo creía que ese helicóptero volaba, yo juraría que lo vi ascender, mi hermano dice que no voló nunca, que es imaginación mía. No fue imaginación mía, lamentablemente, la cara negra y triste de los esclavos que cultivaban y cosechaban el algodón blanco y suave. La cara del sufrimiento que perdura a pesar del progreso.
Pero no he venido a ti hoy, querido blog, a darte la noche, sino a contarte lo que me echaron los Reyes Magos, porque ya sabes, ya te lo he dicho más veces, que no he perdido la ilusión infantil de encontrarme en los zapatos una sorpresa cada seis de enero.
Ya sabes que esa alegría es tan grande como  la que sentí hace años, el veintiocho de octubre del mil novecientos ochenta y dos cuando el psoe ganó las primeras elecciones o la del día de mi cumpleaños en Junio, cuando mi amigo Miles se presentó por sorpresa desde California para decirme que cumplas muchos.
Pero de estas alegrías ya hablaremos otro día. Ahora me voy un ratito a la destilería de sorgo de Pequeña Nueve, la joven china que mandó desinfectar con vino la casa de su leproso pretendiente antes de blanquearla. La protagonista del libro de Mo Yan.